
Estos días en las redes sociales se observan imágenes terribles de lo que está sucediendo en Gaza.
No sólo hombres, mujeres y niños sufren la inclemencia de guerra, los animales de compañía también se suman a las víctimas que quedan bajo escombros o huérfanos de hogar y familia.
El conflicto entre Israel y Palestina ha ocasionado que familias enteras hayan tenido que dejar sus hogares, sumando otras víctimas de las que nadie habla, pero que también sufren el golpe implacable de la guerra: los animales.
No son sólo perros o gatos, hay muchas especies que han sido abandonados ante la impotencia de sus dueños por no saber cuál será su futuro.
También están, por ejemplo, los animales cautivos en zoológicos, que han sido dejados a su suerte porque las personas que los alimentaban y trabajaban en estos recintos abandonaron esos espacios.
Hace algunos días se difundió la noticia de tres perros trasladados en un avión humanitario por el Gobierno Chileno, de regreso a su país junto con sus familias. Pero no sabemos si existe un censo de animales en Israel. Por ahora, son invisibles para las estadísticas.
El abordaje de la situación de los animales como víctimas en emergencias siempre ha sido un punto débil de todos los gobiernos. En muchos casos, no existen protocolos que los incluyan ante desastres naturales, grandes tragedias o desplazamientos masivos por temas sanitarios.
Los animales son un importante soporte psicológico en emergencias. En estos casos, las personas se refugian en el fuerte vínculo que tienen con sus mascotas y confiesan que estas las ayudan a superar las consecuencias en su salud mental. Separarlos solo agrava todo.
No pensar en esos animales, ante emergencias, solo empeora el número de aquellos en situación de calle.
Cada vez que las armas se imponen al diálogo, bajamos un escalón a la evolución humana. Cada vez que justificamos el uso de la violencia como medio para un fin, y olvidamos la empatía, descendemos como especie humana.